Por Juan G. Corvalán
En pocas palabras
Transitamos la Cuarta Revolución Industrial
que nos sitúa en un escenario de transformación
profunda en lo que hacemos y en lo que somos.
Este cambio monumental, en esencia, responde
a dos grandes fenómenos que se entrelazan:
1) la mutación radical de las nociones de
espacio y tiempo a partir del uso masivo de
nuevas tecnologías de la información y de la
comunicación (TIC) y 2) nuevas formas de
procesar los datos y la información en muchas
actividades que antes sólo podían ser realizadas
por nuestros cerebros.
Frente a estos escenarios vertiginosos
y disruptivos, las instituciones públicas se
enfrentan a múltiples retos, oportunidades y
desafíos: ¿Cómo adaptarlas cuando su diseño
se basa en un mundo industrial sin internet,
plataformas digitales, redes sociales, sistemas
de Inteligencia Artificial y robots?; ¿cómo se
pueden aprovechar las tecnologías emergentes
para migrar la “burocracria imprenta” hacia una
autentica transformación digital del Gobierno,
la Administración y la Justicia?; ¿cómo
aprovechar la inteligencia artificial para
comenzar una transición hacia una burocracia
inteligente?; ¿cómo alfabetizar y crear
competencias digitales y de IA, para que todo
este enfoque se base en, por y para mejorar
la vida de las personas? y ¿cómo hacer para
que la automatización, la asistencia inteligente
y las predicciones de IA, sean acompañadas
de un enfoque inclusivo para el trabajador
público? Las respuestas a estas y otras
preguntas, en pocas palabras, se cristalizan
en cuatro puntos de la presentación ampliada
del sistema de Inteligencia Artificial “Prometea”,
ante el Consejo Permanente de la Organización
de Estados Americanos.
Primero. Volver eficientes, inclusivas e inteligentes las organizaciones públicas presupone abordar cuatro grandes ejes:
1) ¿Hacer lo mismo con más tecnología? ¡NO! Esta es una de las premisas centrales para trasformar procedimientos y organizaciones públicas que están formateadas a la luz de la imprenta. Incluso, quienes migran hacia formatos digitales, muchas veces cambian burocracia imprenta por burocracia digital que se traduce en clics, apertura de ventanas digitales y en copiar y pegar datos en programas informáticos. Por eso, es clave redefinir estrategias a partir del uso de nuevas TIC, para que el trabajador público y los ciudadanos sean el centro de sistemas de IA que reducen exponencialmente la burocracia estatal;
2) Gestionar el acceso a las TIC desde un enfoque de “tecnología social”, como lo define la ONU. Aquí es importante considerar, muy especialmente, a los grupos vulnerables y las asimetrías existentes en la región;
3) La Inteligencia Artificial y las nuevas TIC
son herramientas indispensables para optimizar,
simplificar y maximizar (paradigma OSM) los
objetivos y actividades de las organizaciones
públicas; la gobernanza de datos es el oxígeno
de la inteligencia artificial (IA). Segmentar,
estandarizar y sistematizar los datos y la
información disponible en las organizaciones
públicas, para que se puedan articular diferentes
técnicas de IA que potencian la inteligencia
humana;
4) Aplicar IA a las funciones públicas
mediante técnicas de automatización que se
basen en la no sustitución ni eliminación de
puestos de trabajo. El desafío es captar tareas
rutinarias, mecánicas y repetitivas para que
el empleado público se pueda reconvertir.
Humanizar al trabajador y acompañar el
proceso de reconversión para las personas
que son consideradas como “vulnerables
digitales” (debido a su edad, falta de capacitación,
etc.).
Segundo. La experiencia Prometea se basa en la aplicación inédita de un sistema de Inteligencia Artificial que nació y se desarrolló, íntegramente, en un organismo público de Argentina y que fue entrenado para ser aplicado en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Este sistema de IA, combina capas de innovación aplicada y puede ayudar a desempeñar múltiples tareas para que la organización se vuelva exponencial. En esencia, transforma días en minutos o segundos. Por eso, esta experiencia es clave para repensar cómo se pueden acelerar distintas actividades que antes llevaban mucho tiempo: trámites, turnos, licencias, habilitaciones, permisos, resolución de conflictos, entre muchas otras tareas donde están en juego “más derechos para más gente”.
Tercero. Derribando mitos acerca de
la pérdida de empleos..."Automatización que
humaniza". Si bien es lógico que frente a
innovaciones tan disruptivas muchos pronósticos
sean desalentadores, creemos que los sistemas
de Inteligencia Artificial serán imprescindibles
para mejorar la calidad de los trabajos en
las organizaciones públicas, y ello no debería
traducirse en una fuente de desempleo. Es
decir, aunque ciertas tareas se automaticen,
eso no significa que inexorablemente se
sustituye a la persona por la máquina, en un
sentido amplio. En este corto y mediano plazo,
hay una oportunidad auspiciosa para reconfigurar
la división de tareas y, al mismo tiempo,
aumentar la eficiencia y mejorar la relación
Estado-ciudadanía.
El trabajador público, en la Cuarta Revolución
Industrial, tendrá que transformarse y adaptarse.
Para ello, los altos funcionarios, deberán crear
entornos fértiles de transición. Sensibilizar,
alfabetizar y crear las condiciones adecuadas
para que la transición sea inclusiva y que la
automatización se enfoque en humanizar las
tareas públicas. En definitiva, hay que reducir
o eliminar las rutinarias, mecánicas, insalubres
o repetitivas, para volcar el potencial humano a
nuevas tareas o a otras actividades postergadas,
por su mayor complejidad.
Cuarto. Retos y desafíos. Toda innovación
tecnológica produce beneficios, pero también riesgos
y daños. En esencia, bregamos por la aplicación de
principios y reglas para reducir o eliminar las facetas
del “lado oscuro de la IA”. Transparencia algorítmica,
trazabilidad algorítmica, máximo acceso algorítmico,
no discriminación algorítmica y una obligatoria y
adecuada supervisión humana del proceso y de
las decisiones, serán la clave. Creemos que las
facetas del “lado luminoso de la IA” tienen un potencial
enorme para el desarrollo sostenible e inclusivo de
las personas, pero su aplicación y desarrollo no puede
hacerse a cualquier costo. El uso de tecnologías
emergentes y disruptivas debe estar basado en los
derechos humanos y en los principios democráticos
que rigen las organizaciones públicas.
Por Juan G. Corvalán
En pocas palabras
Transitamos la Cuarta Revolución Industrial
que nos sitúa en un escenario de transformación
profunda en lo que hacemos y en lo que somos.
Este cambio monumental, en esencia, responde
a dos grandes fenómenos que se entrelazan:
1) la mutación radical de las nociones de
espacio y tiempo a partir del uso masivo de
nuevas tecnologías de la información y de la
comunicación (TIC) y 2) nuevas formas de
procesar los datos y la información en muchas
actividades que antes sólo podían ser realizadas
por nuestros cerebros.
Frente a estos escenarios vertiginosos
y disruptivos, las instituciones públicas se
enfrentan a múltiples retos, oportunidades y
desafíos: ¿Cómo adaptarlas cuando su diseño
se basa en un mundo industrial sin internet,
plataformas digitales, redes sociales, sistemas
de Inteligencia Artificial y robots?; ¿cómo se
pueden aprovechar las tecnologías emergentes
para migrar la “burocracria imprenta” hacia una
autentica transformación digital del Gobierno,
la Administración y la Justicia?; ¿cómo
aprovechar la inteligencia artificial para
comenzar una transición hacia una burocracia
inteligente?; ¿cómo alfabetizar y crear
competencias digitales y de IA, para que todo
este enfoque se base en, por y para mejorar
la vida de las personas? y ¿cómo hacer para
que la automatización, la asistencia inteligente
y las predicciones de IA, sean acompañadas
de un enfoque inclusivo para el trabajador
público? Las respuestas a estas y otras
preguntas, en pocas palabras, se cristalizan
en cuatro puntos de la presentación ampliada
del sistema de Inteligencia Artificial “Prometea”,
ante el Consejo Permanente de la Organización
de Estados Americanos.
Primero. Volver eficientes, inclusivas e inteligentes las organizaciones públicas presupone abordar cuatro grandes ejes:
1) ¿Hacer lo mismo con más tecnología? ¡NO! Esta es una de las premisas centrales para trasformar procedimientos y organizaciones públicas que están formateadas a la luz de la imprenta. Incluso, quienes migran hacia formatos digitales, muchas veces cambian burocracia imprenta por burocracia digital que se traduce en clics, apertura de ventanas digitales y en copiar y pegar datos en programas informáticos. Por eso, es clave redefinir estrategias a partir del uso de nuevas TIC, para que el trabajador público y los ciudadanos sean el centro de sistemas de IA que reducen exponencialmente la burocracia estatal;
2) Gestionar el acceso a las TIC desde un enfoque de “tecnología social”, como lo define la ONU. Aquí es importante considerar, muy especialmente, a los grupos vulnerables y las asimetrías existentes en la región;
3) La Inteligencia Artificial y las nuevas TIC
son herramientas indispensables para optimizar,
simplificar y maximizar (paradigma OSM) los
objetivos y actividades de las organizaciones
públicas; la gobernanza de datos es el oxígeno
de la inteligencia artificial (IA). Segmentar,
estandarizar y sistematizar los datos y la
información disponible en las organizaciones
públicas, para que se puedan articular diferentes
técnicas de IA que potencian la inteligencia
humana;
4) Aplicar IA a las funciones públicas
mediante técnicas de automatización que se
basen en la no sustitución ni eliminación de
puestos de trabajo. El desafío es captar tareas
rutinarias, mecánicas y repetitivas para que
el empleado público se pueda reconvertir.
Humanizar al trabajador y acompañar el
proceso de reconversión para las personas
que son consideradas como “vulnerables
digitales” (debido a su edad, falta de capacitación,
etc.).
Segundo. La experiencia Prometea se basa en la aplicación inédita de un sistema de Inteligencia Artificial que nació y se desarrolló, íntegramente, en un organismo público de Argentina y que fue entrenado para ser aplicado en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Este sistema de IA, combina capas de innovación aplicada y puede ayudar a desempeñar múltiples tareas para que la organización se vuelva exponencial. En esencia, transforma días en minutos o segundos. Por eso, esta experiencia es clave para repensar cómo se pueden acelerar distintas actividades que antes llevaban mucho tiempo: trámites, turnos, licencias, habilitaciones, permisos, resolución de conflictos, entre muchas otras tareas donde están en juego “más derechos para más gente”.
Tercero. Derribando mitos acerca de
la pérdida de empleos..."Automatización que
humaniza". Si bien es lógico que frente a
innovaciones tan disruptivas muchos pronósticos
sean desalentadores, creemos que los sistemas
de Inteligencia Artificial serán imprescindibles
para mejorar la calidad de los trabajos en
las organizaciones públicas, y ello no debería
traducirse en una fuente de desempleo. Es
decir, aunque ciertas tareas se automaticen,
eso no significa que inexorablemente se
sustituye a la persona por la máquina, en un
sentido amplio. En este corto y mediano plazo,
hay una oportunidad auspiciosa para reconfigurar
la división de tareas y, al mismo tiempo,
aumentar la eficiencia y mejorar la relación
Estado-ciudadanía.
El trabajador público, en la Cuarta Revolución
Industrial, tendrá que transformarse y adaptarse.
Para ello, los altos funcionarios, deberán crear
entornos fértiles de transición. Sensibilizar,
alfabetizar y crear las condiciones adecuadas
para que la transición sea inclusiva y que la
automatización se enfoque en humanizar las
tareas públicas. En definitiva, hay que reducir
o eliminar las rutinarias, mecánicas, insalubres
o repetitivas, para volcar el potencial humano a
nuevas tareas o a otras actividades postergadas,
por su mayor complejidad.
Cuarto. Retos y desafíos. Toda innovación
tecnológica produce beneficios, pero también riesgos
y daños. En esencia, bregamos por la aplicación de
principios y reglas para reducir o eliminar las facetas
del “lado oscuro de la IA”. Transparencia algorítmica,
trazabilidad algorítmica, máximo acceso algorítmico,
no discriminación algorítmica y una obligatoria y
adecuada supervisión humana del proceso y de
las decisiones, serán la clave. Creemos que las
facetas del “lado luminoso de la IA” tienen un potencial
enorme para el desarrollo sostenible e inclusivo de
las personas, pero su aplicación y desarrollo no puede
hacerse a cualquier costo. El uso de tecnologías
emergentes y disruptivas debe estar basado en los
derechos humanos y en los principios democráticos
que rigen las organizaciones públicas.
CIJur - Centro de Información Jurídica del MPBA
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